Murió un "Monstruo"
Harold Ortiz Fernández
Foto: Archivo de Sierra Maestra
Decir "Monstruo", a lo cubano, es decir grande, fuera de serie, inigualable.
Y eso fue y seguirá siendo Joel James para todos los cubanos…. un "Monstruo".
Este Blog rinde sincero Homenaje a esa extraordinaria figura de la intelectualidad santiaguera, director de la Casa del Caribe, quien falleciera en esta ciudad hace unos días.
El texto "Yo me muero como viví" es de la Dra. Yamile Haber Guerra y tiene un hipervínculo, al final, a la página del Sierra Maestra donde se le rindió honor a Joel, con la publicación del sentir de varias personalidades de este país, que honraron su figura.
Y eso fue y seguirá siendo Joel James para todos los cubanos…. un "Monstruo".
Este Blog rinde sincero Homenaje a esa extraordinaria figura de la intelectualidad santiaguera, director de la Casa del Caribe, quien falleciera en esta ciudad hace unos días.
El texto "Yo me muero como viví" es de la Dra. Yamile Haber Guerra y tiene un hipervínculo, al final, a la página del Sierra Maestra donde se le rindió honor a Joel, con la publicación del sentir de varias personalidades de este país, que honraron su figura.
“Yo me muero como viví”
Yamile Haber Guerra
Yamile Haber Guerra
De contar tus medallas y ponderar tus verdades redentoras se han encargado otros. Y lo seguirán haciendo mientras la cultura cubana necesite de un soldado.
Esta es, también, la hora de los reproches. Te perdono, es posible, la entrevista que fuiste postergando; todo aquello que pensaste pero no escribiste; los instantes de reposo o de catarsis; tu reacción, allá donde estés, a este intento de panegírico.
Lo que no te perdono, Joel James, (y me trago una de esas palabrotas que habrías celebrado), es que te gastaras el único lujo de tu vida: irte sin contar con nosotros, ignorando cuánta falta nos harías todavía, y dejándonos el único consuelo: tu ejemplo y el polvo de tus huesos repicando los cueros de una ciudad que te agradecerá, eternamente, tu pasión por el fuego.
Esta es, también, la hora de los reproches. Te perdono, es posible, la entrevista que fuiste postergando; todo aquello que pensaste pero no escribiste; los instantes de reposo o de catarsis; tu reacción, allá donde estés, a este intento de panegírico.
Lo que no te perdono, Joel James, (y me trago una de esas palabrotas que habrías celebrado), es que te gastaras el único lujo de tu vida: irte sin contar con nosotros, ignorando cuánta falta nos harías todavía, y dejándonos el único consuelo: tu ejemplo y el polvo de tus huesos repicando los cueros de una ciudad que te agradecerá, eternamente, tu pasión por el fuego.
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